«Cuando entré en este lugar, me enamoré al momento, tenía que hacerme con él». Con esta frase resume Mingo Llull la aventura de embarcarse en el proyecto del Café del Jardín, algo radicalmente nuevo para él y para Carolina Barceló, su compañera en este viaje.
Este café es, probablemente, el rincón más romántico de Madrid. Situado, para más inri, en el espectacular Museo del Romanticismo, Carol y Mingo han querido «reinterpretar el clásico salón de té del siglo XIX» con reminiscencias tanto inglesas como francesas.
«Cuando nos lo ofrecieron, el local estaba muy descuidado. Era todo lo contrario a lo que inspira el museo». A Carolina no le falta razón al recordar los aires de tasca del café, de caña y pincho de tortilla. «Yo soy muy golosa y pensamos que lo que le iba a este espacio era precisamente eso, algo delicado, dulce, agradable».
Ni Carol ni Mingo tenían la más remota idea de cómo empezar, pero contaron desde un principio con la ayuda inestimable de amigos y conocidos, pequeños proveedores de productos de primera calidad, caseros y con la máxima frescura.
Ir al Café del Jardín es toda una experiencia estética y gastronómica. En los pocos meses que lleva abierto, su increíble terraza y el gusto por el detalle y por lo bien hecho van haciéndose un hueco entre una clientela cada vez más fiel a un espacio nada común en la capital. «En España no es habitual que los restaurantes de los museos estén cuidados, a menudo ofrecen comida rápida para tomar de paso… Nosotros quisimos ir más allá, que la gente viniera no solo a disfrutar de la colección de arte, si no también que visitaran expresamente el café como algo con personalidad propia, siempre en conjunción con el museo pero con carácter independiente», me cuenta Carolina.
Todo en el Café del Jardín es pura delicadeza, decoración y menú. La carta de tés es de lujo, y se va renovando estacionalmente para ofrecer, ahora en verano, infusiones frías para degustar en un frondoso exterior cuya fuente de época hace las delicias de cualquiera. Además, «riquísimas tartas (la de Oreo y la de zanahoria dejan los ojos en blanco) y bollería casera dan la opción perfecta para el desayuno y merienda, y una carta de ensaladas, tostas de pan payés, mini bocadillos (con pan a elegir entre 4 tipos) ofrece la mejor opción para una comida ligera o picoteo de media tarde, acompañado de vino, cerveza, o incluso, una copita de champagne». Como últimos añadidos al menú, hamburguesas vegetarianas sin tofu, quiches variadas y tortilla de patatas.
Como curiosidad, os comento que parte de la carta viene, nada menos, de las manos de la comunidad Hare Krishna de Madrid, por lo que os puedo asegurar que los ingredientes frescos y naturales son un imprescindible en la cocina. Ninguna de las opciones que elijáis pasa de los 10 euros, un precio de risa para un entorno inigualable.
La decoración es sencilla pero acertada, gracias a la colaboración del propio museo, que les ha cedido parte de sus fondos. Aires franceses en espejos antiguos, mobiliario del pasado siglo y, por supuesto, luz a raudales hacen del Café del Jardín un lugar imprescindible para pasar la tarde en pareja, con un grupo de amigos o en compañía de vuestro libro preferido. No os lo perdáis.
4 comentarios
Amdrés, he estado en este museo y es maravilloso, en la calle San Mateo, de hecho, quiero en el futuro una casa como aquella.
Y te podrás creer que no pasé al café? pero te voy a contar la razón de ello: no entré por el motivo que señala la dueña en el post, pensé que sería el típico sitio de museo en el que te clavan y te dan cualquier cosa.
Espero ir pronto. Besos. Y… ¡¡Tengo que hablar contigo!!
Totalmente de acuerdo, un lugar romántico y fotogénico donde los haya. Justo hoy le dedicamos un espacio en nuestro blog 🙂 Un abrazo
Pues yo he de decir que las dos veces que fui al café del Museo del Romanticismo mi experiencia fue de todo menos romántica. En ambas ocasiones fuimos tratados con brusquedad y displicencia, hasta tal punto que el recibimiento con que nos «honró» el camarero la segunda vez (somos personas que creemos en las segundas oportunidades) hizo que directamente nos levantáramos y nos fuéramos. Desde entonces, hace ya un año, no hemos vuelto a poner un pie en el Museo del Romanticismo y el personal del Café del Jardín continúa ocupando el primer y merecidísimo primer puesto en nuestro ranking de camareros bordes de locales madrileños, y no será por falta de competencia… Otra cuestión que me gustaría comentar es la desatinada e incongruente selección musical, que no pega absolutamente nada con el tipo de local. En fin, una pena, la verdad, dado que sí es cierto que el espacio es maravilloso y la carta más que aceptable. Resumiendo, que el Café del Jardín en lugar formar parte del Museo del Romanticismo, debería estar ubicado en el Museo de las Calamidades.
Gracias por tu aportación! Lo transmitiremos
Un saludo!