Si la semana pasada os hablaba de un brunch innovador y diferente, hoy os vengo a hablar de lo contrario, de uno de los de toda la vida, con una chispa francesa que es la perfecta sustituta de un paseo por la orilla del Sena un domingo por la mañana en Madrid.
El Café Oliver fue el primero que trajo la fórmula brunch a nuestras calles. Digo «calles» porque este desayuno ya lo ofrecían algunos hoteles clásicos de la capital pero nunca había estado al alcance de la gente de a pie, que es lo que somos el común de los mortales. A diferencia de los cafés londinenses, donde las cestas de panecillos calientes, mantequillas, mermeladas y huevos revueltos eran una constante cada fin de semana, Madrid amanecía K O y con la resaca de su vida.
Karim Chauvin, que lleva en la sangre la mitad de Marruecos, un cuarto de Francia y un cuarto español, lo vio claro: «Uno de mis socios trabajaba antes en Reino Unido y estaba convencido de que el concepto funcionaría aquí, había un nicho que no estaba cubierto». No se equivocó, pero no todo iba a ser inglés en el local de tres amigos del otro lado de los Pirineos así que le pusieron al típico English Breakfast ese aura chic que tiene todo lo que viene de París, como la cigüeña.
Karim nos adelanta qué nos vamos a encontar si cruzamos las puertas del Oliver (también lo hace, maravillosamente por cierto,La Recomendadora en este enlace). Entre las 12 y las 4 de la tarde dominical nos daremos de bruces con «una selección de tres zumos naturales diferentes cada domingo y una cesta de bollería 100% mantequilla. Después hay que elegir un tipo de huevo, una ensalada de fruta fresca, pancakes con jarabe de arce, ensalada César o cheeseburger y, para terminar, un brownie casero» (Doy fe de que uno tiene que dejar hueco para esto último). Además, podéis atreveros con algo un poquito más fuerte y probar otra especialidad, los refrecantes Mimosas que preparan en la barra. Todo por un precio de locos: 25 euros por persona. Eso sí, no reservan, así que os recomiendo que estéis por allí prontito.
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Foto: vinogusto.com |
El local tiene ese aire de bistrot perfecto para cenar a la luz de las velas o para tener un animado almuerzo con amigos de boina y foulard. Esa es la clientela, una suerte de bohemian & chic crew que gusta dejarse ver a través de las ventanas de este histórico café creado por y para gente de las tablas. El Oliver abrió en 1966 de la mano de Adolfo Marsillach y, después incluso de pasar a Karim en 2002, sigue teniendo esa atmósfera como de estar entre bambalinas. No es difícil encontrarse a conocidos actores y actrices patrios tomando el brunch, cenando o copeteando en Velvet, la sala de fiestas con la que cuenta Oliver en su parte de abajo, y que es de las más divertidas de la zona.
Además del brunch, la carta del Oliver (enlace cortesía de Ele, de Viajes y Tapas) merece una visita. Ofrece unos deliciosos platos mediterráneos con las mismas influencias de su dueño, ya que beben de la cocina francesa, marroquí y española. Podéis echarle un vistazo aquí, donde podréis comprobar que es fácil comer o cenar en este restaurante sin sobrepasar los 30 euros por barba. El menú diario, a 14,50 euros, también es una delicia.
Uno no puede decir que vive en Madrid si no ha pasado por el Oliver. Si es vuestro caso, tenéis un fin de semana entero para descubrirlo. Yo no os podré acompañar porque me voy de merecidos cuatro días de holidays a Ibiza (¡!), pero espero vuestras reviews a la vuelta.
3 comentarios
Gracias por citarme, André. Un besazo.
Qué chulo el sitio!!!!!!!!
Muaaaaaa
gogoche.blogspot.com
Gracias por tu mención a nuestro blog. Muy buena entrada, nos aporta mucha información a los que nos quedamos en el comedor 🙂
Un saludo,